Este río juega un papel muy importante en la vivencia que les voy a contar: El río Puxcatán nace en el Estado de Chiapas y cruza así montañas, cerros y laderas, hasta llegar a Tabasco; atraviesa al pueblo de Macuspana, en donde cruza río abajo, por varias hectáreas, el rancho de papá. El río, como tal, era medio de comunicación desde toda la vida. Remontándonos a mi niñez a finales de los 60′s, recuerdo cómo mi tío Homero agarraba su lancha para ir a los diferentes ranchos y rancherías para traer la leche y transportarla hasta el “crucero”, para luego llevarla por carretera en su camioneta hasta el pueblo. En esa misma lancha se transportaba de todo para los trabajadores de diversas entidades y también a personas que querían de cierta forma llegar más rápido o acercarse más al pueblo ya que los escasos caminos de terrecería, en aquel entonces, no permitían el libre acceso. Es así como, por este medio, el río servia de vía de comunicación más eficaz. Pero bueno, dejando esto por un lado, vamos a hablar del “crucero” frente al rancho de papá.
Inicialmente había que bajar hasta las orillas del río para abordar el transporte. El encargado de conducir dicho transporte era Don Honorio Moreno (q.e.p.d.), quien era un personaje de quien nadie sabía su edad exacta; mas era notorio que los años habían transcurrido en él al apreciar sus arrugas en el rostro y su piel flácida. A pesar de ello, y manteniéndose fuerte hasta su vejez, era Don Honorio quien cruzaba a las personas en el cayuco, el cual es una pequeña balsa hecha del tronco de un árbol. Era increíble verlo al viejo, con todos sus años encima, atravesando con gran fuerza el río en todas las inclemencias del tiempo; bien así lloviera, tronara o relampagueara, él ahí cruzaba a quien quisiera ir, de lado a lado, y si era tiempo de crecientes, pues ni modo, ahí estaba siempre don Honorio; un hombre tranquilo y siempre amable, delgadito y pequeñito de estatura, arrugado por el tiempo y siempre con ganas de trabajar. Este personaje sobrevivía de los pocos “pesos” que la gente le dejaba y pagaba por sus servicios.
Inicialmente bajar hasta la orilla del río, era muy complicado, los trabajadores del rancho hacían unas escaleras de tierra, para hacer mas accesible el acceso, pero estas desaparecían cada ves que el «río crecía». Este tipo de escaleras se veían por toda la rivera del Puxcatán. Sin embargo, poco tiempo despues después, mi tío Homero y mi papá mandan a construir unas escaleras de concreto para hacer mas accesible bajar hasta el río y abordar el cayuco. Ahora lo único que se tenia que hacer después de las «crecientes del río» era limpiarlas y eliminar el exceso de lodo o barro. A Honorio se le veía todos los días desde que el sol salía hasta que la luz natural iba cayendo en el horizonte, reflejándose en las tranquilas aguas del Puxcatán. Ya por la noche, venia otro personaje digno de mencionar: en este turno era Rodolfo González y mas tarde Concepción Zacarías “Don Chono”, (q.e.p.d.) un trabajador del rancho que fungía como el encargado en este menester al caer la obscuridad.
El ‘embarcadero’ o ‘crucero’, cómo muchos lo llamábamos, tenía sus ‘personalidades’ importantes y era una convivencia a cada momento. Uno utilizaba este sistema de transporte mientras iba platicando la noticia del momento ó el chisme más caliente ó quizás alguna anécdota y disfrutando a la vez la travesía; la cual se hacia mas intensa y larga cuando el río había crecido demasiado por las fuertes lluvias, siendo muy interesante el viajar viendo todos sus encantos y al mismo tiempo sintiendo la belleza y fuerza al cruzarlo. Era como ir “toreando” los montones de “Jacinto” que flotaban al abandonar los arroyos vecinos, troncos y hasta animales muertos en sus corrientes. Así, atravesar el río se convertía en todo un deleite a la vista de una forma interesante. Se veía por otro lado las columnas del puente inconcluso y abandonado en donde se hacían unos remolinos muy fuertes causados por las corrientes, y al fijar la mirada río abajo, uno dibujaba en la mente el sin fin de todo aquel mundo de agua que al pasar frente al rancho arrastraba cuanta cosa flotante se encontraba a su paso: de repente algún pobre cristiano que no había tenido la suerte de saber nadar también vi cruzar…
Recuerdo muchas veces como cruzábamos el río en aquel cayuco de dimensiones pequeñas y en muchas ocasiones lloviendo y con fuertes corrientes. Ahí, don Honorio tenía que subir río arriba para poder aventarse con fuerza para no ser arrastrado por la corriente, si así fuera, entonces terminaríamos entre los pilares del puente inconcluso inundando la pequeña embarcación. Sentir esa sensación en el medio del río bajo una incesante y fuerte lluvia quedo muy marcada en mi mente, hoy día recuerdo y ‘siento’ aun ese sonido característico de las gotas al caer sobre el agua….
Era también un deleite a la vista, el ver a lo lejos el “Cerro del Tortuguero” extendido horizontalmente entre el espeso color verde y cielo azul. Así pues, el Río Puxcatán tiene su Historia, tiene su esencia, tiene su mito, sus corrientes y sus colores y olores característicos según la temporada; éste cambiaba de color cuando las grandes crecientes lo pintaban de color turbio; es bonito recordar cuando en las temporadas de seca y calor, el río se encontraba en sus niveles más bajos y en las partes de los famosos “playones” veías a montones de personas en convivencia y disfrutando el río bajo y refrescándose entre sus aguas y apagando el intenso calor de Tabasco donde las temperaturas alcanzaban ¡45°C grados centígrados en Abril y Mayo!
Muchas veces mi papá nos llevaba a las orillas del río frente al rancho a nadar, claro después que el mismo nos enseñara como hacerlo, mis hermanos y yo disfrutábamos aquellos momentos al máximo, eso era inolvidable, pero bueno según fuimos creciendo mi papá nos fue dejando ir al río solos, claro mi mamá no se quedaba tranquila, pero ya habíamos aprendido muy bien nadar y así cruzábamos el río nadando de lado a lado haciendo competencias con los hijos de don Clemente (q.e.p.d.), Carmen y Javier a quien recuerdo que siempre nos ganaban…
Junto con los hijos de Don Clemente y otros allegados jugábamos en el río; también, por supuesto, hacíamos las famosas resbaladillas de lodo desde donde nos aventábamos hasta caer en una poza en el río, aquella agua puerca era nuestra diversión de pequeños. (Hoy día la contaminación lo ha invadido)
Un buen día recibimos la visita de mis tíos Juán y Josefina (q.e.p.d. ambos) esta vez venían con Ricardo Juán y Laura Margarita, (la hija adorada de mi tío Juán). Ellos vivían en la Ciudad de México y solían venir al rancho al menos una vez por año, esperarlos era todo un acontecimiento familiar, pues mi tío Juán como su nombre lo dice, era muy importante: “Don Juán” como mi mamá lo llamaba al dirigirse hacia él. En esa ocasión, Ricardo y Laura se unieron al grupo y juntos disfrutaron las maravillas del río y todas sus diversiones, como la gran resbaladilla que, en aquel entonces, ¡la habíamos construido más alta y espectacular!.
Laura no se aguantó las ganas de tirarse y sentir la emoción de caer a la poza que nos esperaba al final de la caída. Quizás llevaba ya una vez que se había aventado cuando se arrojo por segunda vez, sin embargo, ya la resbaladilla había dejado mostrando algunas ramas y piedras y hasta vidrios, por lo que Laura se lastimo la pierna derecha, la cual quedo marcada para siempre con un “zarpazo de tigre”. Ella sangró y este accidente fue todo un escándalo para mi tía Josefina que no se cansó de regañarla como solo ella sabía hacerlo. En fin ahí quedo la resbaladilla para la historia, por supuesto que nosotros cambiamos de posición y construimos una nueva unos metros más por ahí y seguimos ¡divirtiéndonos como siempre!
Un buen día, recuerdo que nosotros (mis hermanos y yo) le teníamos pavor a mi tío Homero cuando este cruzaba el río junto con nosotros en el mismo cayuco, pues siempre decía que iba a “bautizar” a alguien. Su bautizo constaba en coger a alguien de los pies y con una mano sumergir la cabeza de ‘este’ ligeramente en el agua justo cuando el cayuco se encontraba en el medio del río! Esto nos lo hizo a nosotros y también, recuerdo muy bien; a Malena, su hija menor, a la cual yo vi en una ocasión que la “bautizo” ¡frente a todos!
Siempre (recuerdo) que mi papá tenia un kayak junto a las escaleras y jugar en el río con el era divertidisimo, pero a la vez sufridisimo al llegar a casa, después de traer la panza, las piernas y los brazos llenos de fibra de vidrio. También esta experiencia la vivieron en carne propia, no nada mas Ricardo y Laura, sino también algunos otros invitados que llegaban a la casa…
Un buen día fuimos todos en la lancha de mi tío Homero río a bajo es decir, al otro rancho que se llamaba “El Carmen”, por estar en ese ejido o ranchería, bueno, varias veces hicimos este recorrido, con el río “bajo” y “desbordado” por las grandes crecientes. Recuerdo una vez que el río estaba en su mayor capacidad y fuimos a El Carmen; era impresionante ver los potreros y el campo lleno de agua, los árboles sobre salir del agua y nosotros en el medio del río en las fuertes corrientes donde la lancha se deslizaba a alta velocidad. A nuestro alrededor los árboles -que estaban entre las aguas del río Puxcatán, con sus ramas llenas de animales llamados “garrobos” o iguanas- también podrían apreciarse, así como las culebras venenosas que se enrollaban entre las ramas huyendo de la inundación.
Recuerdo cuando hubo aquella inundación causada por el huracán ”Brenda”, en la que el agua Puxcatán rodeo la casa del rancho; y en aquella ocasión, mi tía Milla, Carlos y Laura Alvarez fueron a quienes les toco la odisea. Un día mi papá llega en lancha hasta la puerta de la casa y nos encuentra jugando entre el agua a Miguel, Simón, Carlos, Laura (ahijada de mi papá) y a mí; la de cinturonazos que nos dio, no se nos olvido jamas, mucho menos a Laura que hasta la fecha se lo reprocha.
En temporada que toda esa agua desaparecía con el correr del tiempo y de las temporadas de sequía, también era una odisea navegar sus aguas. Mi tío concentrado en el manejo de la lancha y uno de los trabajadores lo guiaba al frente para irlo orientando, pues el río estaba tan bajo que los troncos y árboles, que habían arrastrado las grandes crecientes, habían quedado en el fondo del río y era todo un peligro cruzarlo; sobretodo al caer la noche, que la visibilidad era nula.
Cuando se acercaban los grandes eventos en el rancho de papá, tales como su cumpleaños o el “Santo de los Migueles”, era todo un espectáculo ver como don Honorio y/o Don Chono ayudaban a cruzar el río a los invitados al pachangón (fiesta), como era de mencionar; los festejos que mi papá realizo en el rancho, eran tan famosos que había mucha concurrencia, incluso del otro lado del río. De esta forma, del lado del pueblo, ahí se estacionaban todos los carros y por medio del cayuco -este medio de transporte tan sin igual- aguardaba a los invitados, como también la lancha de mi tío, para poder cruzarlos.
Muchas veces recuerdo que en temporada de lluvias, ésta nos sorprendía en medio del río; aquellos aguaceros y tempestades fueron muy particulares, al vivirlos en pleno cruce, y muchas veces con rayos que parecían verlos tan cerca el caer e ¡iluminar el cielo! Ah, pero eso sí, muchas veces era un espectáculo nocturno el ver el cielo estrellado por la obscura noche en medio del río y en el medio de la frescura humedad y escuchar los grillos y sapos a lo lejos amenizando la travesía del río, alguna ves también pudimos apreciar algún aerolito…¡fundirse en la media noche!
Mi papá nos enseñaba y nos apuntaba con el dedo como si pudiera tocar las constelaciones que forman parte del firmamento y los planetas, los cuales solamente en la obscuridad de la noche se podían apreciar. Nos explicaba brevemente su historia y los años luz de distancia de nosotros; además, si esa noche era de esas esplendorosas, al llegar a casa, mi padre armaba su espectacular “telescopio”, adquirido por él para observar las constelaciones y ahí en el “porche” nos ponía a mirar a través del lente, aquello que antes nos había mostrado con el dedo. Fue así como conocí de “cerca” a la Luna, a Marte y hasta Júpiter…y uno que otro cometa como el “Halley”; también el Sol y varios eclipses de Luna, así como de Sol.
Todo este relato anterior mi papa nos los platicaba durante el tiempo que duraba el recorrido (cruce) del río Puxcatán en aquel cayuco sobre sus aguas verdes pero cristalinas en ese entonces, que atravesaban el rancho de papá y otras poblaciones. Cuenta mi papá que río arriba, donde éste nace, cruzando entidades y riveras, llega uno hacia la punta extrema del “Cerro del Tortugero” donde se forman grandes remolinos y se conjuntan la belleza de la naturaleza, características del lugar con el cielo azul.
Un evento digno de recordar en este relato, es también uno que otro cumpleaños de mi mamá o de nosotros mismos, recuerdo cuando mi mamá quería festejar un año más de vida y temía no ser visitada por algunas personas que la conocían, simplemente por el miedo que sentían en cruzar el río en el cayuco., mi mamá le comento a mi tío Homero que sentía que nadie la iba a acompañar en su cumpleaños, entonces mi tío le contesto: “Quien te estima y te quiere, vendrá a tu fiesta y cruzaran el río a como dé lugar” y si, así fue, mi mamá tuvo un cumpleaños inolvidable y muy concurrido, el “cruce” del río Puxcatán una vez más ¡había sido superada!
Macuspana: Su nombre proviene del vocablo náhuatl Macui-chapana, que significa «Lugar de las cinco barreduras o limpiezas».
Puxcatan: Tambien llamado Rio de la Serpentina (meandros) que forma muchas vueltas.
Cayuco: Embarcación indígena pequeña o grande hecha del tronco de un árbol, semejante a la canoa.
Tortuguero: Tortuguero es un yacimiento arqueológico de la cultura maya, localizado en el municipio de Macuspana, en el estado mexicano de Tabasco. Esta ciudad maya se localiza en las llamadas «llanuras intermedias» entre las estribaciones de la sierra del sur tabasqueño y la planicie costera del golfo de México y su nombre moderno se debe a que se ubica en las faldas del cerro llamado «El Tortuguero». (cuenta con 400 metros de altura aproximadamente)
En los últimos años, Tortuguero ha tenido relevancia mundial, debido al descubrimiento de la Estela 6, o también llamada «Estela de Tortuguero» en la que se menciona la fecha del 23 de diciembre de 2012 como el final de una era del calendario maya.
Brenda: El huracán Brenda fue el primer ciclón tropical (en rocord) en tocar tierra en las costas de Campeche y afectar a la península de Yucatan y el Estado de Tabasco el 23 de Agosto de 1973.
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