«La Última Frontera»

Tenía ganas de hacer un viaje lejos, pero lejos de toda civilización, quería alejarme de edificios de hierro y concreto, quería ver de cerca la naturaleza, aquella naturaleza que ya no tenemos tan cerca de nosotros y que cada día estamos destruyendo más… Quería ver otras especies animales que no hubiera visto antes en su hábitat natural, quería ver cosas que me pusieran a pensar que tenemos a nuestra madre tierra y que estamos agrediéndola y la estamos exterminando… eso quería ver y sentir antes de dejar este mundo tan grande que tiene aún muchas cosas por mostrarnos… eso quería ver.

Me encantan las montañas y me fascina ver sus diferentes fases durante cada una de las 4 estaciones del año, por eso decidí esta vez visitar «La Ultima Frontera».

Alaska era ese destino al final del continente. Mi amiga Diana Ruiz quien últimamente me ha acompañado a lugares lejanos y fuera de serie, esta vez también estuvo conmigo en esta última aventura; tomamos un avión desde Newark, New Jersey para poder llegar hasta Juneau, la Capital de Alaska (fundada en 1881). Casi 8 horas y media de vuelo, con un stop en Seattle, WA. Así que después de emprender ese largo viaje cruzando el país de los Estados Unidos, nos encontrábamos volando sobre las montañas nevadas de Alaska. El paisaje desde el aire entre nubes y picos nevados fue fascinante, maravilloso e infinito.

Ajustamos nuestros horarios retrasando nuestros relojes 4 horas cuando estábamos a punto de aterrizar en Juneau; la tripulación nos informó sobre nuestro próximo descenso y pudimos admirar el paisaje con mayor plenitud: montañas repletas de hermosos pinos y los picos de las montañas completamente cubiertos de nieve; un precioso pueblo enclavado en las colinas y montañas de entre 1100m y 1200m de altura junto al «Canal Gastineau». En lo alto de la montaña, está el campo de hielo Juneau, una gran masa de hielo de la que fluyen alrededor de 30 glaciares. Dos de ellos son el Glaciar Mendenhall y el Glaciar Creek Lemon.

Rentamos un carro y Diana y yo nos dirigimos hacia el hotel que teníamos reservado en el centro de Juneau. Durante el camino, perdimos ese preciso momento cuando el sol pinta de color dorado los picos nevados de las montañas, una imagen que guardaremos en nuestra memoria ya que no pudimos fotografiarla (ahí la pifiamos, diría mi mamá), pues aunque dimos vuelta en el primer retorno, cuando arribamos al lugar donde habíamos admirado sólo durante unos segundos esa belleza de paisaje tan limpio y puro… ya había caído el sol y con él, toda la belleza y esplendor de aquella imagen…

Nos acomodamos en el hotel y salimos de inmediato a caminar, las horas de luz solar eran muy cortas, a las 3:30 pm ya se veía bastante obscuro, pero aun así, nos fuimos a recorrer el centro de la capital, un poblado muy pequeño, pero pintoresco; se sentía bastante frío e inclusive, al caminar por el muelle resbalábamos, pues el piso estaba cubierto de hielo. Esa tarde estuvo primorosa, no había nubes y estaba cayendo el sol sobre el horizonte y detrás de las montañas. ¿Dónde está la gente? -nos preguntábamos Diana y yo. No veíamos ni un alma caminar por las calles, ¿quizás estaríamos acostumbrados a ver el tumulto de gente que nos muestra la Ciudad de Nueva York o la actividad cotidiana de nuestra ciudad de Deal, aquí en New Jersey?

A esa hora de la «tarde» ya habían cerrado muchos negocios, sólo los restaurantes permanecían abiertos, aunque eran muy contados los que se podían encontrar…, no obstante, disfrutamos esa primera tarde al llegar a Juneau de aquel viaje tan largo. Por cierto, si vuelan con Alaska Airlines lleven su »itacate» (sandwichitos) porque el servicio es excelente, pero sólo te dan agua, jugo y refrescos; ni un cacahuate te ofrecen para mordisquear… jajaja, así que llegamos con un hambre de perro. Juneau lleva ese nombre en honor al buscador de oro Joe Juneau.

Al día siguiente me desperté a las 4 de la mañana, no pude dormir más (eran para nosotros las 9:00 a.m. en el Este de los EEUU); a esa hora, me levanté y me puse mi chamarra, gorro, bufanda y guantes y me salí del hotel a ver el amanecer y a caminar por otro lado de la ciudad… ¡A su mecha!  no amanecía y no amanecía, así que me puse a caminar y a caminar, hasta llegar al parque donde se encuentra la escultura de la ballena jorobada, una escultura gigantesca, en tamaño a escala de ese ‘animalito’ (Takhu the whale) junto al Canal Gastineau.

Como a las 7 y fracción de la mañana, comenzó un tímido destello de luz a asomarse por detrás de las montañas ¿sería el amanecer?… ¡Pues aún tardó en salir el sol!  Ya para cuando a ‘éste’ se le ocurrió aparecer, yo ya estaba en el hotel de regreso (8:15 a.m. poco más o menos) pero no se veía claridad, quizás porque las montañas brindan mucha sombra a la ciudad de Juneau.

Desayunamos en el hotel y después nos dirigimos en carro hacia el aeropuerto; a las 10 de la mañana estaba programado nuestro vuelo para ir a Sitka, pero antes de llegar, nos desviamos porque Diana y yo decidimos ir al Glaciar Mendenhall que se encuentra a escasos 20 minutos de la terminal aérea… Durante nuestro recorrido por la carretera, pudimos apreciar lo imponente que se veía aquel glaciar, con ese color azul que resaltaba entre las montañas nevadas y el bosque; la vista antes de llegar fue impresionante y aun más al estacionar el auto y poder admirar varias águilas de cabeza y cola blanca en su hábitat natural; eso sí que me encantó verlo: aquellas aves tan grandes, tan majestuosas, posadas en las copas de los altísimos pinos. Solamente las pudimos disfrutar un momento, porque no disponíamos de mucho tiempo y aún teníamos en agenda recorrer un poco más de cerca el parador turístico; así que salimos casi volando de ahí, pues nos avisaban por texto que nuestro avión estaba a punto de comenzar el abordaje… ¡Qué desesperante no poder ir mucho más rápido que 35 millas p/hr! Temíamos perder el avión por estar admirando tanta maravilla de la naturaleza…

Por fin llegamos, estacionamos el carro y corrimos al punto de seguridad para pasar a la sala y así poder abordar el vuelo hacia Sitka, una ciudad fundada en 1799.

Es imposible describirles tanta belleza vista desde el aire, pues ya ustedes imaginarán esas imponentes montañas y picos nevados, islas e islotes, y a lo lejos, un volcán inactivo (en situación durmiente) muy importante, que impacta por su belleza justo frente a Sitka, el Monte Edgecumbe, con una elevación de 976 m.s.n.m. 

Al aterrizar, salimos como Juana por nuestra casa. Un aeropuerto sumamente pequeño, pero con una vista preciosa hacia el mar rodeado de montañas. Diana pidió información acerca de la mejor forma de llegar al pueblo y nos dijeron: “Caminando es la mejor forma, solo 1 milla a pie” … Y ahí vamos los dos locos, caminando por la carretera sobre el lado de la banqueta, pero celebro que nos hayamos ido caminando, pues les cuento que la vista y los paisajes panorámicos son simplemente hermosos, todo rodeado de picos y a lo lejos aquel Monte ‘Edgecumbe’ que acrecentaba la belleza al panorama. Frente al pueblo de Sitka, un puente, que el sólo cruzarlo fue un deleite, disfrutando la naturaleza y la vista preciosa de barcos pesqueros a la orilla, sobre el muelle; islotes y la inmensidad del mar; águilas volando y cazando, nieve y bruma a la altura de los picos. Así pues, llegamos y anduvimos admirando aquel paisaje que nunca antes habíamos visto, solo en la imaginación y en las películas. Conocimos por fin los «Tótems» muy característicos de Alaska que proviene de la lengua «ojibwa’, hablada por los indígenas nativos de América del Norte. Un Tótem es un objeto natural o un animal que en las mitologías de algunas culturas o sociedades se toma como símbolo ícono de la tribu o el individuo. Muchos postes de Tótem reproducidos en exhibición, están representados por el vigilante del pueblo, el cuervo en forma humana, el cuervo Raven, así como el oso, todo detalladamente hecho en madera y muchas de ellas se encuentran en el ‘Sitka National Historical Park’ un área protegida, designada Parque Histórico Nacional el 18 de octubre de 1972. El Parque, en diversas maneras, ha buscado rememorar las experiencias ‘tlingit’ (una tribu amerindia) y rusas en Alaska.

Nos sentamos, después de tanto caminar y estar ya bastante cansados, en un restaurante para comer algo típico, así que nos decidimos por una sopa de mariscos que estaba simplemente deliciosa (Salmón, Cangrejo y caracol). Después de comer, nos levantamos y salimos del restaurante con la intención de continuar recorriendo el lugar, pero ya era de noche, caía una suave llovizna y hacía algo de frío, y no queríamos regresar al aeropuerto caminando nuevamente, ya que estábamos agotados. Diana preguntó en una florería por algún número de taxi y la empleada nos hizo el favor, muy amablemente, de llamar a uno para que acudiera a buscarnos; nos sentamos afuera, en la orilla de la banqueta a esperarlo y nos ofrecieron que aguardáramos dentro, ya que había bajado un poco más la temperatura y se sentía peor el frío, pero justo en ese momento llegó el taxista. Llegamos a muy buen tiempo al aeropuerto, así que aprovechamos para comprar los últimos souvenirs antes de abandonar Sitka y retornar nuevamente a Juneau. 

Al despertar, desayunamos en el hotel y nos dirigimos directamente al Glaciar Mendenhall, era muy temprano y se sentía bastante frío. Al llegar, nuevamente pudimos apreciar esas águilas enormes en los altos árboles de pinos, nos acercamos lo más posible para tomarles fotos; el piso estaba escarchado por la gélida mañana y la cercanía del Glaciar. Subimos a lo más alto, donde se encuentra el «Visitor Center» junto al lago Mendenhall, la vista desde ahí es impresionantemente hermosa; había unos telescopios donde podías ver tan cerca el glaciar que sentías ganas de tocarlo, aquel azul inconfundible con la nieve, es sencillamente cautivador.

Después comenzamos a caminar y caminar, hasta acercarnos los más posible al glaciar (pero aún lejos) y fue una sensación increíble percibir la grandeza de la naturaleza y lo imponente de aquella muralla de hielo. Junto a una enorme cascada y frente a tanta belleza natural, pudimos sentir esa agridulce emoción de conocer algo tan bello e impactante, pero que está derritiéndose por el cambio climático y que tristemente se dice que desaparecerá… pero algo sí me llevo dentro: ¡Pude conocerlo y admirarlo!…y guardar para siempre en mi memoria esa bellísima postal. El paisaje de regreso también  fue hermoso y nos provocó alegría y tristeza a la vez, pues ya nos despedíamos del glaciar, que era una meta que nos habíamos propuesto en este viaje.

Al salir de esa reserva ecológica,  nos enfilamos por la carretera hacia donde nos condujera el camino, queríamos conocer el final de la vía; había leído que son escasas 70 millas de carretera lo que cubre aquella ciudad capital entre las montañas, así que manejé hacia el norte, la carretera iba justo a la orilla del mar y las montañas. El bosque era tan hermoso, que paramos un momento para introducirnos un poco dentro de él y sentir aquellos pinos tan altos cubrir el cielo, sentir su humedad y quizás percibir el olor característico del bosque… y así fue, a la entrada había un letrero que decía que el bosque estaba cerrado, pero ya saben… dos mexicanitos aventureros sin experiencia, pues nos metimos a caminar y tomar fotos de tanta belleza y humedad, caía una suave llovizna. 

Nuevamente en la carretera, venía yo manejando y al dar vuelta en una curva, justo ahí, fue donde vi la majestuosidad e impresionante belleza natural de una gran montaña; así lo percibieron nuestros sentidos exactamente al girar la curva, había nevado y aquello era ¡impresionante!; estábamos en lo alto de una colina y el paisaje del bosque, la carretera y la nieve hacían más hermosa aquella panorámica que teníamos frente a nuestros ojos; la impresión al ver esa magnificencia, fue sin duda, algo que no olvidaremos nunca. Nos detuvimos a tomar muchas fotos, no había ni un automóvil en la carretera, no había nadie, solo el viento, las montañas, el bosque y aquel paisaje donde la bruma cruzaba frente a nuestros ojos cubriendo la montaña. Los pocos rayos de sol presentes, eran propicios para tomar fotos de aquella imagen que nos cautivó.

Así continuamos manejando, hasta llegar a otra parte de la carretera que se llenó de bruma y la niebla salía desde el interior de la montaña, cubriendo los altísimos pinos de coníferas. Fueron muchos ecosistemas los que recorrimos en esa carretera «tan corta».

Nos detuvimos más adelante para conocer la orilla de la playa, había piedras de todos los tamaños. Lo que sentí ahí frente ante tal inmensidad del mar, me hizo volar muy alto para asimilar tanta belleza natural.

Un águila de cabeza y cola blanca sobre nuestras cabezas volaba con tanta majestuosidad, que no pudimos despegarle la vista hasta que desapareció a lo lejos. Unas cuantas millas más, terminaba la carretera; en casi todo el camino no hubo señal en nuestros celulares, mucho menos hasta esa punta donde nos encontramos frente a frente con la montaña; no se escuchaba nada, solo el silencio y a veces un poco de viento; era un momento que invitaba a reflexionar y pensar en lo grandiosa que es la naturaleza… y aquella sensación de sentirla muy de cerca. Ahí acababa la carretera…

Al día siguiente acudimos al centro de convenciones, donde había una exposición de artesanos locales, parecía que todo el pueblo estaba allí dentro, pues habían pasado los días y no veíamos gente en las calles; un chico por ahí nos comentó que ellos invernan mucho… sobre todo en lo más crudo del invierno (con razón al caer la tarde, poquito después de las 3, aquello se convertía en un pueblo fantasma). Así que anduvimos curioseando y compramos algunas artesanías muy interesantes con los locatarios. En un puesto vimos una fotografía que era como una «casita» y nos llamó la atención, Diana preguntó por ella, pues ya la habíamos visto en varias partes, así que sentimos curiosidad por saber qué significaba… nos explicaron y nos propusimos ir el día posterior, en busca de aquella «casita» que tanto había llamado nuestra atención.

«The Old Treadwell Pump House», La Casa de Bombas, es un símbolo de las grandes minas de oro que prosperaron a principios del siglo XX. Una estructura icónica con sus pilotes circundantes que aparecen firmemente anclados sobre «Sandy Beach». No obstante, el paso del tiempo, el viento, la lluvia y la nieve han afectado la estructura histórica. La erosión de la estructura de hormigón se está acelerando y se perderá el hito histórico. La casa de bomba de agua salada de la mina Treadwell se ha mantenido en la extensión de 80 hectáreas de la Playa Sandy en Douglas Island durante más de 100 años (1914). Ha sido objeto de pinturas y fotografías que han capturado el amanecer y el atardecer durante la marea baja y alta, con barcos de pesca, barcazas y cruceros navegando.

Permanecimos un largo tiempo cerca de esa icónica estructura junto al mar y observamos cómo rápidamente la marea comenzó a subir, todo un espectáculo con una vista sin igual. Los «pilotes» que sobresalían de la arena, estaban repletos de caracoles y al acercar el oído podía escucharse un singular sonido que provenía de esos moluscos. En octubre de 1926, un enorme incendio provocado por un viento Taku, destruyó la mayoría de los edificios de madera, pasarelas y muelles de «Treadwell». Pomp House es una de las pocas estructuras sobrevivientes y sirve como un recordatorio visual de la rica historia del área.

El último día de nuestro viaje, antes de abandonar Juneau, Alaska, lo dedicamos a visitar el Mount Roberts Trailhead, hicimos senderismo por un rato solamente, para disfrutar por última vez aquel mundo de naturaleza, repleto de bosques, cascadas y senderos hermoso;, apreciamos la ciudad de Juneau desde lo alto, entre maleza y las ramas de los pinos. 

Esa tarde, al despegar del aeropuerto, el avión sobrevoló Juneau; estaba despejado y la vista fue hermosa, así nos despedía aquella capital del Estado de Alaska, algo que nunca olvidaré. 
El avión haría tres aterrizajes antes de llegar a Seattle, Washington (compré deliberadamente ese boleto así, con escalas) para poder admirar toda aquella cordillera de montañas completamente nevadas y aterrizar en aeropuertos pequeñísimos, junto al mar rodeado de naturaleza y hermosos paisajes al atardecer. (Entre esos lugares tan pintorescos están Petersburg, Wrangell y Ketchikan. Todos estos lugares se pueden visitar también por vía marítima en grandes cruceros).

Sin duda, esa pequeña estancia en Juneau y Sitka, bastaron para quedarme con las ganas de regresar a Alaska, pero ahora para adentrarme y acercarme más al círculo ártico y poder admirar la belleza de las luces del norte, aquellas auroras boreales que he declarado ya, que tengo que ver antes de morir y conocer más de “La Última Frontera”.

P.D.: Este artículo se lo dedico por completo a una persona a quien siempre recuerdo como un asiduo amante de la naturaleza y hoy que tristemente ha perdido la vista, quiero que vuele conmigo para que sienta y «vea» lo que mis ojos vieron… Para ti con mucho cariño tío Luis Emilio Paz Pérez. 

Correctora ortografica y sintaxis por Alicia Alvarado Ballesteros.

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Acerca de Manolo De La Cruz

Nacido orgullosamente tabasqueño, crecido en la tierra de los "tumbapatos" en Macuspana cruzando el río Puxcatán en San Joseito "Rancho 2-Hermanos". Vivido en Costa Rica y parte en Caracas, Venezuela. Escritor cómico, narrativo, descriptivo, anecdótico y ahora pintor empírico. Ver todas las entradas de Manolo De La Cruz

8 respuesta a ««La Última Frontera»»

  • Teresa Santiago

    Siempre con un toque de emoción tus relatos amigo mío. Nos llevas a la imaginación conectándonos como si también estuviéramos allí viviéndolo contigo. Tanta belleza mostrada en las manos de un escritor que lleva su pluma para escribir tan exacto lo que su realidad disfruta para guardarlo interiormente en su corazón. Gracias Emilio, fue hermoso como siempre leerte. Un abrazo.

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  • Elisa Álvarez Solórzano

    Siempre es maravilloso viajar a través de tus relatos! Nos llevas contigo y vemos lo que ves, sentimos lo que sientes pues logras transmitirnos cada una de tus emociones al conocer estos sitios tan espectaculares! Me encanto! Muchas gracias por compartirlo! Felicidades amigo! Un abrazote

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  • Tap

    Felicidades Manolo realmente hermoso, y como siempre, haces que el lector te acompañe en tu aventura. A través de tu narración uno puede imaginar y ubicarse en el lugar que describes.

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  • MA DE LOS ANGELES ALVAREZ DE LA CRUZ

    Manolo, definitivamente quedé enamorada de Alaska, con tu narración pude apreciar más las fotografías que en su momento compartías, la imaginación nos transporta a esos lugares magestuosos de nuestro planeta y que afortunadamente has podido disfrutar y yo a traves de tí, gracias, me siento afortunada de que estes en mi paso por este mundo.

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  • Leticia Martínez Castillo

    Hermosa descripción ,transportador a ese mágico lugar como dices que solo en los libros o películas los he visto .
    Dios nos bendice con tanta maravilla y tú haces que la disfrute y penetre en ella con tu relato .
    Tqm gracias , gracias

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  • Lupita Valenzuela

    Majestuosidad es lo que transmite tu historia, imponentes montañas heladas, paisajes pintorescos me tomaste de la mano y me condujiste a un maravilloso viaje por esa naturaleza salvaje de Alaska; gracias por escribir y trabsmitir esos lindos momentos que captaron la lente y tu memoria…me dió miedo cuando se internaron Diana y tu en el bosque, cuidado no te arriesgues de esa manera…de todos tus viajes tienes fotografías puedes montar ya una expisición pues éstas de Janeu son bellísimas…un abrazo de oso querido amigo.Bendiciones….

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  • Maggie Winzig

    Me parece a mí que todo ese esplendor que captaste en tu visita, ha sido claramente transmitido en tus bellas palabras.
    Como dices, es triste pensar que toda esa belleza no aguardara lo sufuciente para ser vista por posteriores generaciones, que ellos solo sabran de dichos lugares por imagenes y no podrán sentir la emosión de vida que transmiten con solo estar un momento ahí.
    Pasando a otro punto… Que impresión tan grande saber el estilo de vida de aquella región , casi no salen, solo hibernan (jajajaja)… por cierto, ¿como es la comida ahi?, ¿caliente, muy caliente, casi fría?.
    Ví tu video de la caminata y en seri en serio se sentia como un bosque con Magía (tipo cuento de hadas) y una energia sin igual. ¿Como te sentiste tú por ahi?.
    Ten mucho cuídado cuando dice bosque cerrado, los osos podran ser bonitos, pero no creo sean tan buena onda, y para tu proxima ida a ver la Aurora Boreal (polar), te recomiendo uses unos tenis especiales como con tachuelitas, me da meyo que tu tumbao toque el suelo Jejeje. Saludos, como siempre una gran lectura y un magnifico escritor. PD. – La termine leyendo con un cafesito por que las imagenes me dieron friito. Jejeje besos… diuuuu

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  • Deborah Zamora

    Beautiful trip my Dear friend.. Love it .😍👌

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