Un mes en México he pasado, un mes que se ha ido muy rápido después de haber vuelto a mi tierra. Doce años se dice fácil, pero vivirlos y verlos pasar fuera de mi tierra, es diferente.
Llegado el tan ansiado día de mi viaje, lo único que yo quería era volar hacia México, así que partí hacia el aeropuerto JFK un día antes (horas, muchas horas antes). La travesía desde que salí de casa en NJ y llegar al JFK fue larga (tren y shuttle); ahí estuve más horas, mientras abordaba mi vuelo con destino a Cancún. Las tres horas de vuelo se hicieron ¡eternas! Dormí casi todo el vuelo y minutos antes del aterrizaje, desperté y estuve atento para admirar mi tierra Azteca, mi gran Caribe… hasta que el avión se detuvo completamente… entonces salí por la puerta principal y puse atención al sonido, a los olores del Caribe y a la sencillez de su gente. Así crucé migración como mexicano que soy, sin novedad ni contratiempos… y ahí estaba Áurea Trujillo esperando por mí.
Nos fuimos derechito hacia su casa, me cambié rapidito (dejé todo el atuendo de abrigos que traía encima pues había salido con 6°C bajo cero) y me puse un short y una camiseta (aunque difícil de creer, me puse un «short» y una camiseta) y acudí al llamado de Cristina Chávez quien había estado marcando al teléfono de Áurea miles de veces. Cristina me esperaba en la playa «El Mirador» en la zona hotelera de Cancún. Llegué en bus y corrí y bajé las escaleras… pude sentir la suave y tibia arena blanca en mis pies y busqué desmesuradamente a Cristina, quien me esperaba junto a su esposo Oscar Mercatelli, en un camastro bajo el intenso sol dorado caribeño.
¡Cris-ti-na…!, ¡Cris-ti-na…!, ¡Cris-ti-na…! (corría yo saltando -imagínatelo en cámara lenta, como aquella telenovela mexicana «Viviana»- ¡ja, ja, ja…!) hasta que nos vimos y nos abrazamos después de más de 14 años…
No paramos de hablar, por cierto, ahí me presentó al simpático Oscar, su esposo, quien -al parecer- ya me conocía de años atrás, pues Cristina nunca cesó de hablar de mi durante todos estos años. Oscar, con aquel acento castellano-italianizado-ayucatecado (ma’re linda, ha) ja, ja, ja… (Primera vez en mi vida que escucho a un italiano hablar el español todo «aporreado», así como hablan en YucataM, -sin ofender-).
Empezaron los festejos y las reuniones. Esa noche me reuní con Silvia Gutiérrez y «la madamma» de su madre, y comencé pues, a comer deliciosos platillos de la región: ¡comida yucateca! Posteriormente me reuní con Aurea, Cristina, Oscar y otras amigas para cenar (¿más?). Ahí le agradecí a Cristina Chávez el haber viajado desde Mérida sólo para verme un día, por lo tanto, le prometí (no estaba en el itinerario) que pasaría un día a Yucatán, antes de emprender camino hacia Villahermosa, para visitarla, conocer a su mamá y recorrer la hermosa y blanca Mérida.
Al día siguiente, la gran fiesta de bienvenida que me organizaron Tere Aristi, Karla Góngora y Medardo Vega en su casa, donde lograron reunir a más de 20 personas, todos ellos ex-compañeros de trabajo del Meliá Cancún, entre ellos: Lily Mauri, Michelle Benavides, Raúl Orozco, Tere Carrera, Angélica González, Sergio Aristi, Roberto y Susana Amaro, Maricarmen López y esposo, Alfonso González y Nashely Perales y muchos, muchos más que tuvimos la oportunidad de vernos después de 15 años; fue sin duda, una noche de re-encuentros y emociones inolvidables.
Al día siguiente, me fui a Playa del Carmen para verme con quien fuera la última persona de «mi familia» en despedirme hace más de 12 años en la Ciudad de México y el primero a quien vería después de 12 años, en mi regreso a mi País: Rafael Gómez, te considero de mi familia y te agradezco las atenciones.
Dos días en Playa del Carmen junto a mi guía Rafael, fueron simplemente muy divertidos. Increíble la noche en «Coco Bongo» -the best night club ever!- y Puerto Morelos no se quedó atrás, maravillosa playa con esos ¡colores turquesas de mi Caribe mexicano! junto a Lucca su perro de Bafi.
Un par de días más en Cancún en casa de mi amiga Áurea, simplemente acogedor, desayuno y comida en familia… eso no tiene precio. De ahí partí a Mérida para encontrarme nuevamente con aquella «Viviana» que corrió a mis brazos en la arena en días pasados… ja,ja,ja.
El recorrido por Mérida de noche… espectacular, y al día siguiente, martes de carnaval por el centro histórico de la Ciudad de la blanca Mérida, escuchando toda la algarabía de su gente, impregnándome de los olores y sabores de sus restaurantes… es algo que aún percibo. -Por cierto, mientras caminaba por el centro de Mérida, los vendedores me hablaban en Inglés-, ja, ja, ja (¿qué no vieron el nopalote pintado en la frente?) Más tarde nos dirigimos hacia Progreso, una playa sin igual, un restaurante a la orilla de la playa y sentados bajo los tenues rayos del sol, en esa palapa comiendo «botanas» diversas y abundantes y bebiendo cerveza mexicana junto a ese par de personas tan bellissimas (acento italiano) Oscar y Cristina. También pudimos disfrutar de su carnaval (pobre, rústico y tercermundista) pero lleno de esencia pueblerina.
La llegada a Villahermosa fue como lo esperaba, mi mamá yacía sentada en el sillón de su sala y sólo alcancé a escuchar: «Ahí llegó Manolo».
Estaba tranquila y serena, habían pasado más de 12 años sin vernos; la miré con los «años» de encima pero con su misma mirada y podía leer sus pensamientos, estaba alegre de tenerme en casa. A partir de ese momento, traté de no dejarla sola, traté de permanecer el tiempo suficiente junto a ella; los años habían pasado y muchas cosas eran diferentes: ella caminaba más lento, ya no era la Margarita que había dejado atrás; todos habíamos envejecido, mi mamá ya no se hacía cargo de la casa y mucho menos de la cocina, era una persona a la que había que hacerle casi todo.
Esa misma mañana fui a visitar a la mamá de mi gran amigo y hermano Zaragoza Garrido (QEPD), le tuve que pedir a Doña Olga que se calmara, por lo alterada que se puso al verme físicamente y nuevamente ahí en su casa (la última vez que nos vimos, fue en esa misma sala, cuando aún Zaragoza vivía)…
Así transcurrieron los días, las invitaciones al por mayor, hubo un momento en que me fue necesario agendar los compromisos para no quedar mal con nadie. Con Soraya Narváez «mi novia eterna», salí a tomar un café, recuerdo que sólo me decía: «-Eres malo Nelo-« ja, ja, ja.
En Macuspana asistí al cumpleaños número 82 de mi tío Ricardo Paz, un evento en el que logré ver a muchos familiares. Esa noche conocí físicamente mi amigo del twitter René García (Pintor) que por cierto, anduvimos en su camioneta rolando como se dice y se acostumbre por allá, bebiendo vino por todo el pueblo.
En casa de mi prima Conchita me hicieron una bienvenida a la que solamente asistió gente selecta (no cualquiera fue requerido, ¿verdad Silvia Alipi?) ja, ja, ja. No vayas donde no te invitan. En esta reunión estábamos los del “Grupo de los 9”, solamente Marcela Correa, Delia Paulina Lastra, Jose Alberto Alipi, Miguel e Iliana de la Cruz, los anfitriones Conchita Alipi y Pepe García, Tere Alipi y yo, por supuesto, (el noveno fue el mandamiento).
Los encuentros con bellezas y ex-embajadoras fueron muy placenteros. El primero de ellos fue con Leticia Martínez, ex-flor más bella de Jalpa, la primera, la única (no reconozco otra) ja, ja, ja… en un restaurante de la ciudad, donde gozamos, reímos y comimos como chanchos; yo riéndome de las manitas de mi querida ex-flor marchita… le sugería que tenía que ser concertista de piano, por sus «largos dedos»… pobre; ¡le decía yo que me iba a mochar medio falange para tener los dedos igual de cortos como ella, ja, ja, ja…!
Vino la reunión familiar que me organizaron mis tíos Emilio Paz y Julieta Gutierrez, con Teresita y Gabriel Paz, a quienes la verdad, les agradezco por reunir a muchos familiares, otro tanto de ellos a quienes no había visto en años, salvo a los pudientes que habían ido a la Ciudad de Nueva York y en donde nos pudimos ver. Tía Julieta, ese POZOLE estaba de lo más delicioso.
Una ex-embajadora más, la del Municipio del «Centro» Marissa Lastra, no solamente hermosa por fuera, sino por dentro, su sencillez, su carisma y sus expresiones me dejaron riéndome todo el camino a casa: «¿Coca-cola?» ¡Ay misho! (expresión muy particular de Marissa y tabasqueñas). Marissa, cómo me hiciste reír recordando los años dorados y tu forma de hablar tan serena y siempre toda una dama, elegante y sencilla.
Mientras tanto, la agenda se llenaba de compromisos. Todos los días despertaba, o más bien, me despertaba mi mamá con su insistencia de que bajara a desayunar con ellos; le dediqué mucho tiempo y le brindé tranquilidad al estar con ella; la llevé al parque a caminar, para sacarla del encierro de cuatro paredes, aunque todo el camino hacia el parquecito se me quejó. La llevé y la senté bajo la sombra enorme de un árbol, ahí nos quedamos sentados platicando y disfrutando del calorcito de mi tierra…
Me vi obligado a salir a los municipios, me reuní nuevamente con la flor marchita Leticia Martínez y por primera vez en años, con Deisy Coronel. Desayunamos comida típica «de la que no engorda…», en casa de los papás de Leticia; qué risas por las anécdotas que nos contó su mamá al recordarnos aquella elección de la Flor más Bella, la cual por su belleza fresca y carismática había ganado su hija, la más bella del pueblo y a la que Doña Julieta Campos (esposa del Gobernador de Tabasco en aquél entonces), le había acariciado el mentón cuando Leticia la sorprendió con su exótica belleza jalpaneca exclamándole: «Tú vas a ganar la Flor», ja, ja, ja…! Por cierto Leticia, ¿qué hiciste esa «flor de oro»? ¿No será que la empeñaste?
Pasamos por mi amiguísima Lupita Valenzuela, una vez que la habían dejado salir del culto religioso (era domingo), y junto con ella nos fuimos a comer «ancá» Bibiana Sánchez (no está mal escrito, así la asentaron en el acta de nacimiento, Bibiana con «B»). La otra Viviana es la que salta sobre la arena en la playa… ja, ja. ja.
Comimos como glotones, las butifarras de Jalpa no podían faltar, los tacos y la barbacoa de borrego que Bibiana había hecho, -se había pasado toda la mañana cocinándola- ¡Sí puej, cómo no! (expresión muy tabasqueña) -la había comprado en el mercado-.
Un día me fui a Macuspana para visitar a mis padrinos y tíos Luis y Violeta, ¡qué mañana tan agradable!, verlos juntos y muy bien después del paso de tantos años. También a mis tías Lena y Amada, como siempre, muy platicadoras. Con mis primas, las hijas de mi tío Homero y Norma: María Asunción, Deisy y uno de sus yernos, Ezequiel Chinas y la retahíla de chilpayates, nos fuimos a encaramar al Cerro del Tortuguero; anduvimos por las faldas del mismo y visitando la Poza Encantada y el lugar exacto donde fue hallada la «Estela Maya 6 del Tortuguero». Un guía de la región, don David González nos llevó hasta ese lugar, contándonos las historias, leyendas y mitos de objetos voladores, de objetos y monolitos arqueológicos que han sido encontrados en el cerro y que los lugareños venden al mejor postor. Visitamos el “Museo Improvisado”(así dice afuera) pero lo que encontramos fue un «pocona’o» de mosquitos, polvo y calor en esa obscuridad, sin luz eléctrica en esa «bodega», donde no pudimos apreciar más que ofrendas que los visitantes dejan -como «basura», ja, ja, ja-.
La vista desde las colinas frente al Tortuguero es espectacular, la sensación de estar ahí arriba y retrocediendo el tiempo y ubicándome hasta esa época de los Mayas, es indescriptible.
Por la tarde, al regreso del Tortuguero, Norma nos invitó a comer a todos, (incluyendo a Emiliana, quien no nos acompañó en la expedición), pero fue un gran gusto verlos. Gracias por todas sus atenciones, primas y sobrinos Ezequielito y Diego (este último con dotes actorales), Fausto e Itzel y el pequeño Luis Emilio.
Una tarde, mi hermano Migo (como le dice de cariño mi mamá) e Iliana su esposa, nos invitaron a comer unas carnes asadas en su casa, allá en Ciudad Pemex. Fuimos Conchita y Pp, Tere, Yeyis y hasta Ana Silvia León, a pasar una tarde muy agradable, nos atendieron súper bien y nos dieron de beber vinos y licores de los “caaaaros”; gracias a los anfitriones que en verdad se lucieron con esa velada. Marcela, Ana Silvia y yo nos quedamos a dormir, gracias a mis sobrinas Iliana y Marissa que nos dejaron una de sus habitaciones a este » trío de tr3s».
En el rancho de papá disfruté también un par de noches y dos días en casa de mi hermano Simón y su esposa Claudia, junto a mis sobrinas Ana Karen y Karla Isabel. Dormir en aquella casa donde crecí, donde mi niñez gocé, escuchando los ruidos nocturnos en la obscuridad de la noche y despertar con los ‘gallos’ muy temprano, eso no tiene precio, ¡qué agradables momentos volver a sentir aquello que dejé de vivir por tanto tiempo!
Una noche de esas, me junté con un grupo de bellas mujeres, todas ellas ex-compañeras del C.U.T. “Centro Universitario de Tabasco” generación 1983. Una por una fueron llegando al lugar para disfrutar de nuestro encuentro, después de más de 30 años de no vernos; alguna que otra, escasos meses antes habíamos contraído comunicación por alguna de las redes actuales; de ahí en fuera, 30 años sin ver a muchas, fue algo muy emocionante y hermoso de recuperar. Blanca Alvarado fue la encargada de juntarnos a todos y por nombrar a algunas, entre ellas la ex-flor marchita, pero no menos bella Leticia Martínez, Alicia Alvarado (ya conocida en mi blog por ser una de mis colaboradoras en la ortografía y sintaxis). Mi hermosísimo amor preparatoriano Tere Santiago y la simpática y revoltosa de la “desgra”, mi queridísima amiga Deisy Coronel, quien se dedicó solamente a recordar los apodos que me pusiera años atrás.
Mucho gusto me dio ver también a Paty Oramas, Adriana Manzanilla, Nira Falcón, Cecilia Castro, Nelly Diego y Giselle García hermosas y hermosos momentos tuvimos al jugar y recordar el pasado, a los que ya se fueron, pero que estuvieron con nosotros esa noche recordándolos; al posar para la lente, justo en la misma posición de “aquellas fotos que nos hicimos juntos hace tantos años”. Querido Zaragoza Garrido (q.e.p.d.) gracias por estar ahí.
Muy agradecido con Ely Álvarez y su esposo (a quienes no conocía físicamente, sólo por la red social de Twitter), ellos me invitaron a cenar carnes asadas en su casa en Macuspana y lograron juntar a Susana Álvarez y su esposo Abraham a quienes hice mis amigos por la misma red y que tuve la oportunidad de conocerlos en la Ciudad de Nueva York, cuando viajaron en vacaciones; fue un re-encuentro interesante, vernos todos ahí junto a René García (pintor) y a Moisés Soberano (Fotografía de autor).
Así pues, pude estar mucho tiempo con todos aquellos que querían verme, como sucedió con Norma Espinoza y su esposo Enrique a quienes les agradezco haberse tomado un par de minutos para saludarme antes de entrar al restaurante donde cenaria la última noche en Villahermosa; sobre todo con la más importante en este viaje que fue mi mamá, a ella a quien me dio mucho gusto verla después de tantos años; la misma ya no era, la vi cansada y caminando muy lento, su rostro triste y su mirada perdida en el horizonte; quise adivinar sus pensamientos pero sólo ella los guarda celosamente, no los comparte, no los comenta y bueno, habría que respetarla y así lo hice, el tiempo que estuve con ella lo disfruté y se lo regalé. ¡Qué daría yo por volverla a tener a mi lado más tiempo! Pero en fin, la vida tiene qué continuar y cada quien tiene que seguir luchando por sí sólo.
En mi viaje a México vi un país donde se maquilla y se oculta la violencia, donde da miedo salir a la calle sobre todo a altas horas de la noche, aún así me arriesgué; anduve caminando por todos los lados, disfrutando de mi ciudad, aquella ciudad que yo dejé hace tanto tiempo, cuando pensé que algún día iba a cambiar… y no cambió Mi país sigue corrompido y violado por sus gobernantes que no han tenido las agallas para sacarlo a flote de la pobreza y la delincuencia, el narcotráfico y la violencia. México es y ha sido pisoteado sexenio tras sexenio, donde los mexicanos originales vemos cómo los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, ¡Pobre de mi México!
El penúltimo día mi tía Dubby me hizo una comida deliciosa (no se donde supo que me gustaba mucho) pero me hizo «jigote», comimos todos en su casa junto a mis primos Luz Maria, Carlos Alberto, Cristina y mis tíos Oscar y Heberto, gracias tía por tus suculentos manjares.
Papá, muy agradecido contigo por tantas horas -cortas- que pudimos convivir, la última noche la goce mucho y sobre todo la despedida con ustedes, ahora si mi mamá me pudo dar la bendición que hace 12 años no pude recibir, pero con la misma esencia, ya sabes papá que soy un libro abierto para ti, cuando quieras y me necesites estoy aquí y mil gracias también por aconsejarme y hacerme sentir bien en tu casa, mi casa.
Nos vemos pronto, ¡se los prometo!
Mi despedida no pudo ser tan espectacular como esta; El Popocatépetl en plena erupción visto desde el vuelo antes de aterrizar en Ciudad de México en mi última parada antes de abandonarlo…
Un agradecimiento especial para mi amiga Alicia Alvarado por su colaboración y revisión ortográfica de este articulo.
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